domingo, 11 de marzo de 2012

Naturaleza de los Laicos: Ser Cristianos


Para poder definir cuál es la naturaleza y misión de los laicos, es necesario enmarcarlos dentro de la Iglesia; no solo como trabajadores o colaboradores de la misma, sino como miembros de Ella, pues no solo pertenecen a la Iglesia, sino  que son Iglesia; como mediadora entre Jesús y los hombres, pues de Él nos viene la salvación y la alcanzamos por su Iglesia.
******
El punto de partida es resaltar, que solo dentro de la Iglesia como misterio  de comunión se revela  la identidad de los fieles laicos, su original dignidad.
La constitución Lumen  gentium, afirma que con el nombre de laicos, se designan a todos los fieles  a excepción de los ministros del orden y los del estado religioso sancionado por la Iglesia.
La naturaleza de los laicos es: ser Bautizados. Por este sacramento han sido incorporados a Cristo por medio del Bautismo, por Cristo a su iglesia, por Cristo han sido hechos hijos en el Hijo y participes de su triple oficio lo cual subraya un aspecto de la gracia y de la dignidad del laico, del bautizado.

El Bautismo los hace participes  a su modo del oficio sacerdotal, profético  y real  de Cristo. El Bautismo los regenera  a la vida de los hijos de Dios; nos une a Jesucristo y a su Cuerpo que es su Iglesia; nos une en el Espíritu Santo constituyéndonos  en templos
Espirituales. El santo Bautismo es, un nuevo nacimiento, es una regeneración. Por él somos hechos hijos de Dios en su unigénito Hijo.

Los bautizados son inseparablemente  miembros de  Cristo y miembros del cuerpo de la Iglesia, los laicos por el Bautismo son incorporados de forma mística, pero real  al cuerpo crucificado y glorioso de Jesús. Mediante este sacramento  Jesús une al bautizado  con su muerte para unirlo a su resurrección y lo reviste del hombre nuevo.
El fiel laico por la regeneración  y la unción del Espíritu Santo, son consagrados como casa espiritual; mediante la efusión bautismal y crismal  participa en la misma misión de Jesús el Cristo, el Mesías y Salvador.

Participes del triple oficio de Jesús.
La participación de los fieles laicos en el triple oficio de Jesús, tiene su raíz  en la unción del Bautismo, su desarrollo en la Confirmación, y su cumplimiento en la  Eucaristía. Jesús enriquece a su Iglesia con sus dones en cuento que es su Cuerpo y su Esposa. En consecuencia cada fiel laico participa del triple oficio de Jesús  por que es miembro de la Iglesia, Nuevo Templo.

El oficio sacerdotal es consecuencia en el laico de su incorporación  a Jesucristo, pues al estar unidos a El están unidos  a su  sacrificio en el ofrecimiento  de si mismo  y de sus actividades, incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan  pacientemente,  se convierten  es sacrificios espirituales  aceptables  a Dios por Jesucristo.

La participación en el oficio profético  de los fieles laicos los lleva a acoger  con fe  el Evangelio y a anunciarlo  con la palabra y con las obras  sin vacilar  en denunciar el mal  con valentía, unidos a Cristo el gran Profeta.

Los fieles laicos son llamados al oficio real por Jesucristo para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viviendo la realeza cristiana antes que nada, mediante la lucha espiritual  para vencer en si mismo  el reino del pecado; y después  en la propia entrega  para servir. En la justicia  y en la caridad, al mismo Jesús  en los mas pequeños.

La común dignidad bautismal  asume en el fiel laico una modalidad que le distingue  si separarlo del presbítero, del religioso y de la religiosa. Esta modalidad  ha sido señalada por el Concilio Vaticano II con la palabra  <<Secular>> que es propio y peculiar de los laicos. Aunque todos los miembros de la iglesia  son participes de la índole secular, lo son formas diversas, pero los laicos la tienen en una  modalidad propia  de actuación y función. Es el lugar en que les es dirigida la llamada de Dios; es una modalidad  destinada  a obtener  en Jesucristo  la plenitud de su significado.

El mundo se convierte en el  ámbito  y en el medio de vocación  de los fieles laicos, no han sido llamados a abandonar  el lugar que ocupan en el mundo, parafraseando las palabras de Monseñor Escrivá podemos decir, los fieles están llamados a santificar el mundo, a santificar a los del mundo y a santificarse en el mundo. Pues son llamados por Dios  para contribuir, desde dentro  a modo de fermento, a la santificación del mundo  mediante el ejercicio de sus propias tareas.
De este modo e ser y el actuar  en el mundo son para  los fieles laicos  no so.l0o una realidad antropológica  y sociológica, sino también  una realidad teológica y eclesial. La índole secular del fiel laico debe ser entendida sobre todo en sentido teológico. La condición eclesial  de los fieles laicos  se encuentra radicalmente definida por su novedad cristiana y caracterizada por su índole secular.

La dignidad de los fieles laicos se nos revela cuando consideramos  esa primera y fundamental vocación: la vocación a la santidad, o la perfección en la caridad. La cual no es una opción del bautizado; sino un deber suyo, por el cual debe esforzarse cada día.  Esta consigna  no es una simple  exhortación  moral, sino una insuprimible  exigencia del misterio de la iglesia. Único y fundamental medio de salvación.
Todos los fieles  están invitados y deben  tender a la santidad  y a la perfección  en el propio estado. Para llegar al pleno desarrollo de su consagración, la cual empezó en el Bautismo.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Creados para Esperar.


Creados  para esperar.
Para empezar es necesario recordar que hemos sido creados por Dios, lo cual es una verdad de fe, y que se distingue totalmente de las concepciones materialistas que afirman que apenas nos distinguimos de los primates. No se tiene en cuenta que cada hombre tiene metas, sueños y todas ellas están en planes; todavía no se realizan,  pero el hombre lucha por ellos, tiene la esperanza de alcanzarlas. Esta esperanza, a la que se podría denominar humana, no sería posible  sin ese anhelo infinito de plenitud que el Creador ha puesto en cada de nosotros.  Venimos de Él y a Él debemos volver y Él es nuestra meta, el manantial que sacia la sed infinita de nuestro corazón; y somos capaces de anhelar el bien, la belleza.  El es lo que verdaderamente esperamos.
Poe ejemplo, todo niño quiere llegar a ser grande, aquel que empieza una carrera quiere llegar a ser un profesional, tienen la esperanza de lograrlo y luchan por ello. Así,  cada cristiano ha de luchar por alcanzar el encuentro con su Creador, pues  solo en Él encontrará el bien que anhela su voluntad, su fin  y su felicidad.
Por otro lado hay que tener en cuenta que la esperanza es una virtud  teologal y que aunque Dios la da, necesita de nuestra correspondencia.  La esperanza es aquello que nos sostiene cada día en nuestra lucha, tanto en la ciudad terrena como en la preparación de la ciudad celeste, y es esa  esperanza de lo infinito la que da consistencia a nuestras metas terrenas. Decía el papa Benedicto XVI “el fundamento de nuestra esperanza, es la misericordia de Dios.”  Y San Agustín decía: la misericordia es que Dios, se fija en el corazón del miserable.  El amor de Dios es tan grande que nunca nos abandona.  Y esta verdad es fundamental para alcanzar nuestras metas; para esperar el encuentro con aquel que nos ha creado por amor, al que es AMOR. 
Finalmente hacer una mirada retrospectiva y ver cuántos hombres de Dios esperaron,  alcanzaron  y llenaron todas las aspiraciones de su corazón,  fueron colmados de la felicidad que dura para siempre.  Entre ellos están la Virgen María, Madre de Dios, Juan Pablo Segundo, la Beata Teresa de Calcuta y muchos más. Es hora de luchar y luchar con perseverancia por aquel y para Quien hemos sido creados. Porque solo Él tiene todo lo que anhelamos y es Él a Quien esperamos y por Quien esperamos.