domingo, 12 de agosto de 2012

Matrimonio virginal de José y María alienta fidelidad conyugal




La Iglesia sabe que al reflexionar sobre el matrimonio virginal entre María y José, descubre “más exactamente que la esencia del matrimonio consiste en la unión indivisible de los espíritus, en virtud de la cual los esposos están mutuamente obligados a la fidelidad”.
La Iglesia, que es Esposa virginal de Cristo, ama en el Corazón de María la irrevocable decisión de un matrimonio virginal, y el amor nupcial único por San José, condiciones y fuentes de su propia existencia.

En el corazón nupcial de la Inmaculada, la Iglesia ama, también, con un amor fiel e indisoluble a San José, causa ejemplar y meritoria de su propio amor invencible por Jesús.

La unión virginal de María y José es una “fuente de castidad conyugal para los esposos cristianos”, pues se trata de un amor casto cuya contemplación permite a los matrimonios católicos seguir con más facilidad “la sugerencia del Apóstol Pablo: ‘privarse el uno del otro de común acuerdo, por un tiempo, para dedicarse a la oración”.

La contemplación del matrimonio virginal de María y de José ha hecho comprender a la Iglesia que el matrimonio ya es verdadero antes de ser consumado carnalmente.

Juan Pablo II, quien en su exhortación sobre La figura y la misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia, explicó que el matrimonio de José con María se realizó por voluntad de Dios y por tanto debía ser conservado.

A través de las palabras del ángel, señaló el Beato, “José vuelve a oír la verdad sobre su propia vocación. Justo, ligado a la Virgen con un amor esponsal, José es llamado nuevamente por Dios a este amor. Si aquello que es engendrado en María (Cristo) viene del Espíritu Santo, ¿no es necesario concluir que su amor de hombre es, también, regenerado por el Espíritu Santo?”.

“La profundidad de esta intimidad, la intensidad espiritual de la unión y del contacto interpersonal del hombre y de la mujer provienen, en definitiva, del Espíritu que vivifica. José, obedeciendo al Espíritu Santo, encontró en él la fuente de su amor esponsal de hombre”, enseñó Juan Pablo II.

En definitiva, el Corazón de María Esposa favorece la eclosión de un auténtico amor conyugal.